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martes, 27 de octubre de 2015

Un cuentico escrito por mí


CHICHO SABROSO

Chucho Perro, Chicha Gata y Chicho Pollo vivían en una linda casa donde eran los compañeros de juegos de los niños.
Pero Chucho Perro y Chicha Gata, siempre se burlaban de Chicho Pollo. Le decían: - Los animales como tú, sólo dan felicidad cuando están ricamente servidos en un plato de comida. 
Chicho Pollo no les hacía caso, pasaba el día en la sala de la casa oyendo música y aprendiendo los bailes de moda. Era lo que más le gustaba en la vida, bailar.
Una tarde, mientras tomaba aire fresco en el jardín, se le acercó un joven que, sin darle tiempo de nada, lo tomó del pico, lo levantó por la cabeza,  corrió con él hacia un carro que lo esperaba, y salió a toda velocidad. Apenas alcanzó a escuchar la risa chillona de Chicha Gata y la voz ronca de Chucho Perro que le gritaba: ¡Ajá, Chicho, te llevan para un sancocho! ¡Vas a ser el  ingrediente principal!
Chicho, no podía ni gritar. No se le salía el corazón por la boca porque le tenían el pico apretado. El muchacho hablaba con los otros dos: -Tenemos que pelar las verduras. Decía uno.- Ya prendieron el fogón. Comentaba otro
El pobre Chicho moría de miedo. “Ésta es mi hora” pensaba casi llorando.
Llegaron a una casa con un gran  patio donde unas muchachas pelaban verduras y agregaban condimentos a una enorme olla. En un descuido dio un salto y corrió con todas sus fuerzas, pero era inútil, no había por donde escapar. En su carrera loca, casi cae a la olla hirviente con todo y plumas. 
Cansado y con la lengua colgándole del pico, se echó en el suelo. “Bueno, es inútil, ya nada me puede salvar”.
Los muchachos y sus novias, tenían una gran celebración. Uno tocaba el cuatro, aquel las maracas y este el tambor. Los otros hacían coros y salían a bailar.  Chicho no se aguantó y se puso a demostrar los pasos que le gustaba practicar. Quedaron todos asombrados. – ¡Qué sabor tiene este pollo! ¡Síguele el ritmo pa´ ver como es! ¡Eeesooo!- Gritaban.  Pronto estaban bailando con él y aprendiendo a llevar su ritmo… hasta la hora de comer.
Muy tarde en la noche, Chucho y Chicha vieron llegar el carro y se asomaron. “¿Y ahora a qué vienen?”. 
No lo podían creer, traían de vuelta a Chicho, que bajó del carro feliz, dio las “buenas noches”, se sobó la panza y exclamó: ¡Ahhh!, tenían mucha razón, sin mí, no hubiera sido igual ¡Qué bueno les quedó ese sancocho… de verduras!

FIN



Ari-yuri Vilera
Caracas, julio 2013

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