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viernes, 25 de marzo de 2016

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

Gabriel José de la Concordia García Márquez (Aracataca, 6 de marzo de 1927 - Ciudad de México, 17 de abril de 2014 ), más conocido como Gabriel García Márquez, fue un escritor, novelista, cuentista, guionista, editor y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Fue conocido familiarmente y por sus amigos como Gabito (hipocorístico guajiro para Gabriel), o por su apócope Gabo desde que Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario El Espectador, comenzara a llamarlo así.

Está relacionado de manera inherente con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas de este movimiento literario e incluso se considera que por el éxito de la novela es que tal término se aplica a la literatura surgida a partir de los años sesenta en Latinoamérica. En 2007, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española lanzaron una edición popular conmemorativa de esta novela, por considerarla parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos.















Fue famoso tanto por su genialidad como escritor como por su postura política. Su amistad con el líder cubano Fidel Castro causó mucha controversia en el mundo literario y político.


Gustavo Pereira





Gustavo Pereira nació en Punta de Piedras, Isla de Margarita, Venezuela, el 7 de marzo de 1940.1 Es poeta y crítico literario, y según el Ministerio de la Cultura de Venezuela, "es uno de los poetas venezolanos más importantes de su generación y de la historia literaria venezolana y latinoamericana."

Se Doctoró en Estudios Literarios en la Universidad de París. Es el fundador del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales y del Centro de Investigaciones Socio-Humanísticas de la Universidad de Oriente. Formó parte del grupo "Símbolo" (1958). Fue director y fundador de la Revista Trópico Uno de Puerto La Cruz.

Ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos, el Premio Joven Poesía de las Universidades Nacionales (1965), el Premio Municipal de Poesía de Caracas (1988), el Premio Fundarte de Poesía (1993), el Premio de la XII Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1997) y el Premio Nacional de Literatura de Venezuela (2001). En 2008, la 5a edición del Festival Mundial de Poesía estuvo dedicada a Gustavo Pereira.


jueves, 17 de marzo de 2016

Víctor Valera Mora

Víctor Valera Mora
 Víctor Valera Mora nació en Trujillo el 20 de septiembre de 1935. Es el mejor exponente de ese período de esperanzas en la lucha contra las opresiones sociales y la búsqueda de nuevos sentidos para la vida. Trabajó en la ULA, en el Conac, y en la biblioteca ambulante de los Ovalles, conocida como La gran papelería del mundo. Miembro del Partido Comunista fue puesto en prisión durante las manifestaciones contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) a finales de 1957. Junto a Luis Camilo Guevara, Mario Abreu, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, el “Chino crea la Pandilla de Lautréamont, en Sabana Grande. La canción del soldado justo (1961) fue su primer libro, al que le siguió , Amanecí de bala (1971), diez años separaban los dos poemarios. 70 poemas estalinistas fue el último libros publicado en vida del poeta. Recibió el Premio Conac de Poesía en 1980. Falleció en Caracas en 1984.


Amanecí de bala 
amanecí bien magníficamente bien todo arisco
hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja
mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer
alta y rubia cuando vaya a la Facultad de Farmacia se lo diré
seguro que se lo diré asunto mío amanecer así
esta mañana cuando abrí las puertas con la primera ráfaga
alborotando tumbando todo entraron a mis pulmones
los otros poetas de la Pandilla de Lautréamont
grandes señores tolerados a duras penas por sus mujeres
al más frenético le pregunto por su libro vagancia city
como me gusta complicar a mis amigos los vivo nombrando
el diablo no me llevará a mí solo
ella antiguamente se llamaba Frida y estaba residenciada en Baviera
en una casa de grandes rocas levantadas por su amante vikingo
sus locuras en el mar de los sargazos
hay sol hasta la madrugada y creo que jamás moriré
sin embargo deseo que este día me sobreviva
soy desmesurado o excesivo y no doy consejos a nadie
pero hoy veo más claro que nunca y quiero que los demás participen
hermoso día me enalteces desenfrenada alegría
no tengo comercio con la muerte no le temo
llevo en la sangre la vida de cada día soy de este mundo
bueno como un niño implacable como un niño
guardo una fidelidad de hierro a los sueños de mi infancia
en este punto soy socrático él y yo elevamos volantines
restituimos la edad de oro el “qué habrá” al final del arco suspendido
ahora mismo se está mudando un río
hoy una morena de belleza agresiva me dijo pero si estás lindo
entonces yo le dije acaso no sucede cada dos mil años pierdo el hilo
día de advenimiento de locos combates de amor a altas temperaturas
desnudos nos hundimos en las agua del mismo río




 Cómo camina una mujer

Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
a la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez
Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas y llanuras noches domésticas

Dormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
que no fue dócil ni amable ni sabio



miércoles, 10 de febrero de 2016

Armando José Sequera

Este es el blog de Armando Jose Sequera:
 http://armandojosesequera.blogspot.com/


Teresa

Teresa es una niña que, a su corta edad, ha vivido una serie de experiencias con sus padres, hermanos, amigos, abuelos, maestros… Es un libro que ayuda a comprender a los niños su visión de mundo y de adultos.


Ednodio Quintero




Ednodio Quintero nació en 1947, en Las Mesitas (Trujillo), un "lugar agreste de la alta montaña" de los Andes venezolanos. A su infancia montañesa, le debe la costumbre algo triste de la soledad, el hábito voraz de la lectura salvadora y, tal vez también, la vinculación a un paisaje austero y alucinado que, casi sin pretenderlo, se ha convertido en registro y cadencia de su voz. Actualmente reside en Mérida, ciudad a la que llegó, en 1965 para estudiar Ingeniería Forestal. Es profesor de la Escuela Nacional de Medios Audiovisuales, de la Universidad de Los Andes, y uno de los narradores y ensayistas más destacados de la literatura venezolana contemporánea. Ednodio Quintero ha sido galardonado con algunos de los más importantes premios literarios de su país: Primer Premio de Cuentos de El Nacional, de Caracas (1975); Narrativa Breve del Instituto de Cooperación Iberoamericana por Soledades (1992 ); Narrativa del CONAC (Consejo Nacional de la Cultura) por La Danza del Jaguar, en 1992; "Miguel Otero Silva" de la Editorial Planeta por su novela El Rey de las Ratas, en 1994; “Francisco Herrera Luque” de la Editorial Grijalbo-Mondadori (1999) por El corazón ajeno. 


EL AGRESOR COTIDIANO

"El espejo reinventa cada mañana las lineas de mi rostro."
(Nota del cuaderno chino) Ensayé las más diversas maneras para librarme de su influencia: de nada valieron las frases de reproche, los conjuros, las protestas expresadas en voz alta; mis esfuerzos por anular la repulsión que me causaba el otro resultaron inútiles.

Un día de lluvia, al regreso de mi trabajo, me refugié en la silenciosa intimidad de un bar. Mientras saboreaba una cerveza fría me detuve a pensar en las circunstancias que me habían precipitado hacia el servilismo más escandaloso. El reconocimiento de que mi propia voluntad había actuado como un nudo corredizo paradoja de mi trampa: el enemigo cayó en ella sin ofrecer ninguna resistencia, le di oportunidad de crecer, le permití desarrollar aptitudes propias de su naturaleza, y ahora que su influencia tanto pesaba sobre mí, ahora que me dominaba por completo, debería convertirme en el más hábil simulador para destruirlo. Esta sola idea bastó para que un agresor se levantara desde el fondo de mis huesos y, a partir de ese instante, la venganza ocupó el lugar antes reservado a la fatalidad, a la esperanza.

Debería proceder con suma cautela, pues el enemigo conocía de memoria los más escondidos pasadizos de mi mente. Sin embargo, una ligera ventaja me animaba en mi propósito: la influencia del otro tenía límites precisos, las paredes de mi habitación. En principio, su poder se extendía hasta el pasillo adyacente, pero la puerta cerrada negaba esta posibilidad: incluso las miradas más profundas ceden ante lo desconocido.

Tuve cuidado de seleccionar un arma eficiente, veloz y silenciosa. Descarté de plano cualquier arma de fuego, pues el ruido inoportuno podría crear momentos de zozobra en los vecinos; y me niego a revelar las razones que me movieron a prescindir de una hermosa y tentadora cimitarra ofrecida a precio de regalo por un distraído anticuario. Opté por una pequeña hacha, mango de madera liviana y con el filo de una navaja de afeitar.

El día elegido me levanté a la hora acostumbrada, preparé café negro, y di algunas vueltas por el cuarto buscando un cuaderno imaginario. Mi conducta no debería dar lugar a ningún recelo. Me puse una corbata verde y, sin despedirme de mi enemigo, salí dando un portazo. Por su parte, él se portó de manera correcta: ni siquiera protestó mi descortesía o mi olvido. Al final de la escalera se abría la calle con su profusión de grises, sepias y lilas enmohecidos. Una nubecita vino a pararse en el hombro de un transeúnte. "Buena seña", me dije, y con pasos firmes de vengador me encaminé hacia la parada del autobús.

Trabajo, almuerzo, siesta, rostros desconocidos, se funden en la brevedad de un sueño.

Y así, los últimos resplandores de la tarde me sorprenden al pie de la escalera. La pequeña hacha, envuelta en una lámina de papel amarillo. abulta ligeramente bajo mi chaqueta; podría confundirse, por su aspecto exterior, con un pan gigantesco o con una botella de ron. Frente a la puerta dudo un instante, la llave gira y mi cuerpo se desliza en la penumbra de la habitación. Enciendo la luz y elagresor se hace visible; me mira de reojo y en su rostro puedo ver huellas de fatiga; sus ojos, acostumbrados a la oscuridad, acechan mis pasos. Me coloco frente a mi mesa de trabajo, ocultando con mi cuerpo el envoltorio amarillo. Sonrío feliz al vislumbrar el breve instante que me separa de mi total liberación. Mi mano se cierra como un garfio, y un brillo delator recorre el filo del hacha. El primer golpe debo asestarlo en medio de la frente: la sorpresa del otro bastará para perderlo, y sus ojos, inundados en sangre, cesarán de maltratarme. De un salto me vuelvo con el hacha levantada arriba de mi hombro, y un segundo antes que la hoja de acero inicie la masacre, puedo ver al otro, parado frente a mí, piernas abiertas, el hacha levantada arriba de su hombro.