Nació
en 1925 en Juiz de Fora, en el Estado de Minas Gerais, Brasil,
radicándose desde los siete años en Rio de Janeiro. Licenciado en
Derecho, ex-policia, este escritor y guionista tuvo su primera
aparición en el mundo de las letras en 1963, con su libro de cuentos
Os Prisioneiros (Los Prisioneros), causando un gran revuelo por la
temática cruda de sus cuentos y por el quiebre con la tradición en
la forma de escribir, que para la época representaba todo un
desafío. En 1965 publicó A Coleira do Cão (El collar del perro) y,
en 1969, Lúcia MacCartney, considerado uno de los libros más
importantes de la generación del 60 en Brasil. Ya desde sus primeros
cuentos, se percibe su constante preocupación por la vida en la
ciudad, especialmente por los conflictos sociales y también por los
elementos que hacen de la ciudad un lugar de peligro, más que de
bienestar. Para Fonseca, la vida urbana representa un alto
riesgo, donde la violencia toma cuenta del acontecer en su narrativa,
pero no con un afán de “glamurizarla”, sino que con el firme
propósito de, por medio de ella, criticar los absurdos en que cae la
sociedad brasileña. Como es el caso del cuento “Paseo Nocturno”,
que nos muestra la relación enfermiza entre el poseer (típico de la
clase adinerada) y el destruir por placer. Los personajes
de Fonseca encarnan el desequilibrio que caracteriza a las
sociedades contemporáneas, por esto él no se limita a describir las
más diversas realidades, sino que pretende - por medio de la
palabra, siempre eficaz - llegar al lector más ajeno, para producir
ese efecto estético, que a veces incomoda, pero que obliga a
reflexionar. Pues Fonseca nos presenta un mundo grotesco y
cínico, donde cada uno lucha por acabar con el otro.
Fonseca dice
que un escritor debe tener el coraje para mostrar lo que la mayoría
de la gente teme decir. La historia a través de la ficción es
también una marca de Rubem Fonseca, como en las novelas
Agosto (su
libro más famoso) en la que retrata las conspiraciones que
resultaron en el suicidio de Getúlio Vargas, y en El
Salvaje de la Ópera en
la que narra la vida de Carlos Gomes, o aún sobre la obra La
Caballería roja,
libro de Isaac Babel retratado en Vastas
Emociones y Pensamientos Imperfectos.
Casi todos los autores brasileños contemporáneos reconocen la
importancia de Fonseca, y algunos de la nueva generación,
tales como Patrícia
Melo o Luis
Ruffato, dicen que es una gran influencia.
Creó,
para protagonizar algunos de sus cuentos y novelas, un personaje
antológico: el abogado Mandrake, mujeriego, cínico y amoral, además
de profundo conocedor del submundo carioca. Mandrake fue transformado
en serie para la cadena de televisión HBO, con guiones de José
Henrique Fonseca, hijo de Rubem, y el actor Marcos Palmeira en
el papel protagonista.
En
2003, ganó el Premio
Camões, el más prestigiado galardón literario para la lengua
portuguesa, una especie de nobel para escritores lusos.
Es
viudo, y tiene dos hijos.
Para
la crítica Laís Corrêa de Araújo, el texto de Rubem Fonseca “hace
palpable la contundencia de la vida, lo insólito, lo grosero, lo
erótico (...), y la angustia en que vivimos. Su sintaxis es de
golpes, asumiendo una tonalidad cáustica y una tensión muscular
casi patética”.
(In: Os Melhores Contos Brasileiros de 1973. Porto Alegre, Globo, 1974.)
(In: Os Melhores Contos Brasileiros de 1973. Porto Alegre, Globo, 1974.)
Según
Malcolm Silverman, la narrativa de Fonseca es el resultado
de una sátira áspera que fluctúa entre lo trágico y lo cómico,
con una fuerte dosis de sangre fría. “Dentro de este (sub)mundo
torturado, Fonseca coloca su arquetipo, que, a pesar de las
ventajas materiales y de la aceptación social, o por la carencia de
estas, se encuentra continuamente enredado en una trama de siniestras
complicaciones, cuya causa radica en una burguesía corruptora y
corrupta”.
(In: Silverman, Malcolm. O Novo Conto Brasileiro. Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 1985, p. 371.)
(In: Silverman, Malcolm. O Novo Conto Brasileiro. Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 1985, p. 371.)
Su
nombre es João Romeiro, pero es conocido como Zinho en la Ciudad de
Dios, una favela en Jacarepaguá, donde controla el tráfico de
drogas. Ella es Soraia Gonçalves, una mujer dócil y callada. Soraia
supo que Zinho era traficante de drogas dos meses después de que
empezaron a vivir juntos en un condominio de clase media alta en la
Barra de Tijuca. ¿Te molesta?, preguntó Zinho y ella contestó que
ya había tenido en su vida un hombre dedicado al derecho que no
pasaba de ser un canalla. En el condominio Zinho es conocido como
vendedor de una firma de importaciones. Cuando llega una partida
grande de droga a la favela, Zinho desaparece por unos días. Para
justificar su ausencia Soraia dice a las vecinas que encuentra en el
playground o en la piscina que la firma tiene viajando al marido. La
policía anda tras él, pero sólo sabe su apellido, y que es blanco.
Zinho nunca ha estado preso.
Hoy
por la noche Zinho llegó a la casa luego de pasarse tres días
distribuyendo, en sus puntos, cocaína que envió su proveedor de
Puerto Suárez, y marihuana que llegó de Pernambuco. Fueron a la
cama. Zinho era rápido y rudo y luego de joder a la mujer le daba la
espalda y se dormía. Soraia era callada y sin iniciativa, pero Zinho
la quería así, le gustaba ser obedecido en la cama como era
obedecido en la Ciudad de Dios. “¿Antes de que te duermas te puedo
preguntar una cosa?” “Dime rápido, estoy cansado y quiero
dormir, amorcito.” “¿Serías capaz de matar a una persona por
mí?” “Amorcito, maté a un tipo porque me robó cinco gramos,
¿crees que no voy a matar a un sujeto si me lo pides? Dime quién
es. ¿Es de aquí, del condominio?”
“No.”
“¿De
dónde es?”
“Vive
en Taquara.”
“¿Y
qué te hizo?”
“Nada.
Es un niño de siete años. ¿Has matado algún niño de siete años?”
“He
mandado que agujeren las palmas de las manos a dos mierditas que
desaparecieron con unos paquetes, para que sirva de ejemplo, pero
creo que éstos tenían diez años. ¿Por qué quieres matar a un
negrito de siete años?”
“Para
hacer sufrir a su madre. Ella me humilló. Me quitó a mi novio.
Me
hizo menos, a todo el mundo le decía que yo era una burra. Luego se
casó con él. Ella es rubia, tiene ojos azules y se cree lo máximo.”
“¿Quieres
vengarte porque te quitó a tu novio? Todavía te gusta ese puto,
¿verdad?”
“Sólo
me gustas tú, Zinho, eres todo para mí, ese mierda del Rodrigo no
vale nada, sólo siento desprecio por él. Quiero hacer sufrir a la
mujer porque me humilló, me llamó burra delante de todos.”
“Puedo
matar a ese puto.”
“A
ella ni siquiera le gusta él. Quiero hacer que sufra mucho. La
muerte del hijo deja a las madres desesperadas.”
“Está
bien. ¿Sabes dónde vive el niño?”
“Sí.”
“Voy
a mandar que cojan al niño y lo lleven a Ciudad de Dios.”
“Pero
no hagas que el niño sufra mucho.”
“Si
la puta ésa se entera que el hijo murió sufriendo es mejor, ¿o no?
Dame la dirección. Mañana mando que hagan el trabajo, Taquara está
cerca de mi base.”
Por
la mañana bien temprano Zinho salió en el carro y fue a Ciudad de
Dios. Permaneció dos días fuera. Cuando volvió, llevó a Soraia a
la cama y ella obedeció dócilmente a todas sus órdenes. Antes de
que él se durmiera, ella preguntó, “¿hiciste lo que te pedí?”
“Cumplo
lo que prometo, amorcito. Mandé a mi personal a que cogieran al niño
cuando iba al colegio y que lo llevaran a Ciudad de Dios. En la
madrugada le rompieron los brazos y las piernas al negrito, lo
estrangularon, lo cortaron todo y luego lo tiraron en la puerta de la
casa de la madre. Olvida a ese mierda, no quiero oír hablar más de
ese asunto”, dijo Zinho.
“Sí,
ya lo olvidé.”
Zinho
le dio la espalda a Soraia y se durmió. Zinho tenía un sueño
pesado. Soraia se quedó despierta oyendo roncar a Zinho. Después se
levantó y tomó un retrato de Rodrigo que mantenía escondido en un
lugar que Zinho nunca descubriría. Siempre que Soraia miraba el
retrato del antiguo novio, durante todos aquellos años, sus ojos se
llenaban de lágrimas. Pero ese día las lágrimas fueron más
abundantes.
“Amor
de mi vida”, dijo, apretando el retrato de Rodrigo contra su
corazón sobresaltado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario